jueves, 22 de enero de 2009

Segundos en minutos

Seguro que más de una vez os habéis quejado de la enorme cantidad de tareas, deberes, recados y demás monstruos que ocupan la mayor parte de nuestra vida. Nos devoran, nos absorben y nos ocupan cada momento de nuestro tiempo, obligándonos a cumplirlos tan solo para que, en cuanto acabemos con estos, surjan otros diferentes, concediéndonos con cuentagotas pequeñas gotas de descanso. Lo que solemos llamar descanso, ocio, o, simplemente, la siesta.


Pero, si hay algo a lo que el ser humano debería temer más que a estar demasiado ocupado es a estar aburrido.

La línea que separa el ocio, la relajación, y el descanso del abismo del aburrimiento es mucho más fina de lo que creemos. El aburrimiento está ahí, esperándonos impaciente, dejando que nuestra mente se vacíe de objetivos y propósitos para adueñarse de ella, en un momento en que hayamos bajado la guardia.

El aburrimiento tiene la capacidad de hacer que los segundos se transformen en minutos, y los minutos en horas. Es increíble, ¿alguien ha oído hablar de la teoría de la relatividad, que dice que si viajarámos durante dos años a la velcidad de la luz, para el resto del mundo habrían pasado cincuenta? pues mas o menos esto es lo mismo, pero al revés. El aburrimiento juega con el tiepo a su antojo, y además, ofusca tu mente; una vez el aburrimiento te ha atrapado, no te suelta.
Puedes hacer lo que quieras; puedes intentar leer, que todo lo que leas te aburrirá; puedes intentar ver la televisión, pero no habrá nada que te guste; puedes optar por quedarte sentado delante del ordenador, moviendo el ratón de un lado de la pantalla a otro, cambiando el fondo de pantalla, o poniéndote a buscar tu nombre en Google, pero nada de lo que hagas conseguirá curarte del aburrimiento.
Intentarás mirar por la ventana, en busca de algún estímulo exterior, pero tu calle estará vacía, te pasearas de puta a punta de tu casa, buscando algo que hacer, pero no encontrarás nada. Esperaras siglos frente al teléfono, esperando a que un amigo te llame para salir, pero nunca llamará.
Entonces, y esto es algo que nunca debes hacer, decidirás tomar una última decisión desesperada: llamarás tú.
Nunca, cuando la bestia negra que es el aburrimiento te haya envuelto en su velo de inactividad, se te ocurra buscar ayuda en nadie, pues, con toda seguridad, ese alguien estará ocupado. Estará haciendo cualquier cosa, incluso algo que había jurado no hacer, todo por el hechizo al que lo tiene ligado tu aburrimiento.
La primera vez puede parecer una casualidad, pero a la décima ya te mosqueas, y es cuando te das cuenta de esto. Es imposible curarte el aburrimiento, y es imposible pedir ayuda para hacerlo.
Curar el aburrimiento. Desde luego, si alguien descubriera la cura contra el aburrimiento, se merecería el Nobel de medicina.

De momento, el único remedio que conozco, y que puedo nombrar sin ser tachado de guarro, es que llegue la hora de cenar.
Bueno, creo que ya van siete, si nadie me ha cortado un dedo de la mano derecha. Después de un tiempo de inactividad (tengo excusa, estaba enfermo) os dejo aquí otra de mis... lo que sean, para que la leáis, miréis lo chulas que quedan las letras blancas con el fondo negro, o simplemente, para rellenar, eso depende de vosotros.

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