martes, 29 de diciembre de 2009

Feliz cumpleaños. Y feliz 2010

Sé que prometí hace tiempo algo parecido a un cumpleaños del blog. Por motivos ajenos a mi voluntad, que poco o nada tienen que ver con el tiempo, me vi incapaz de encontrar un momento para hacerlo, pero en este momento, o momentos, bien sea por la insistencia de cierto elemento (nunca mejor dicho) o por la escasa rapidez con que mi nuevo portátil (je je ) se afana en instalar google chrome, me he decidio a intentar escribir algo parecido a un texto de felicitación de Uncharcodeirrealidad.

Poco o nada hay que decir, aparte de lo que ya he dicho a lo largo de este año. ¿Un orden cronológico? venga, vamos, creo que hay pocas entradas en la etiqueta de fechas marcadas, y aun menos entradas que realmente merezcan estar ahí.

¿Un comentario sobre la evolución del blog? pero si esta igual, vosotros mismos podeis comprobarlo. Creo que lo único que ha cambiado en todo este tiempo de blog es que he aprendido a acertarle mejor a las teclas, y tal vez también a escribir con un poco más de... sentido.

Bueno, lo único que ha cambiado no ha sido eso. Casi se me olvida mencionaros.

A los anónimos, y no tan anónimos, y a los que no les avergüenza que los vean entrando en semejante lugar. A Eva, Yolanda, Mireia, Manu, Nerea y Anónimo( sabes q hablo de ti), a otras personas que también han entrado, aunque nunca reconocieran la autoría de parrafadas que realmente llegaron al alma, en definitiva a todos vosotros, los que, quien más quien menos, haceis algo que a vosotros os parece tan banal como es leer lo que escribo, pero que tanto significa para mí.
Y es que, si para una planta es esencial que la reguen de vez en cuando para no marchitarse, y acabar desapareciendo, lo mismo nos pasa a estos extraños vegetales con demasiadas letras en la cabeza, que necesitamos ser leídos para seguir escribiendo, pues, como bien me enseñó mireia con cierto cuento de cierto deseo, no escribimos para nosotros mismos, sino para los demás, y son los demás quienen tienen la última palabra sobre lo que somos, lo que hacemos, y como lo hacemos.
Los escritores, que como dice un sabio experto en el tema "formamos el escalón más bajo en la pirámide de la seducción" somos así. Nada se puede hacer por cambiarnos, igual que nada se puede hacer para que una planta deje de crecer buscando el sol.
El blog ha sido para mi una manera de "forzarme" a escribir en los tiempos que me corren, de no dejar de lado este lado de mí mismo, y de luchar por mejorarlo, además de comenzar a dejar a los demás conocer lo que escribo.
Un deseo para este nuevo año que empieza?
Seguid regándome, porque solo así conseguiré crecer.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Se busca espacio entre exámen y exámen para convivencia y lo que surja

Ya va quedando poco para que el blog cumpla un añito, y debo preguntarme si los exámenes me dejarán tregua para poder celebrarlo como es debido, porque lo que es hasta ahora, creo que más bien nada.
Es extraño como el tiempo nos absorbe cuando no tenemos nada que ofrecerle, y deja pasar largas e interminables las horas cuando las tenemos de sobras… pero no estamos aquí para reflexionar sobre el tiempo, y demás cuestiones metafísicas, para eso, ver tema 2 del libro de filosofía, que todos conocemos, por desgracia.
Para reflexionar sobre la vida, aunque parezca mentira, también hemos tenido tiempo entre tanto ajetreo.
Por un lado, le hemos arrancado un fin de semana a los exámenes, para poder escaparnos durante un tiempo a reflexionar, perdidos entre la naturaleza, el horizonte sobre la ciudad de Benicassim, el aroma de los pinos... y los ruidos del restaurante del desert. Y es que ya no hay lugar ni siquiera para la reflexión, en un sitio donde, por definición, no debería haber nadie. Bueno, estos tres cuartos de hora de reflexión en el desierto de las palmas, durante la convivencia, en los que tan solo nos tuvimos a nosotros mismos, espero que sirvieran a algunos para relajar el cuerpo y la mente, porque de hecho, a mi si que me sirvieron.
Claro que, después de la oración, la reflexión y la tranquilidad, llega una semana de exámenes que no perdonan. Pero aún así, también se puede culminar con alguna que otra tertulia alrededor de dos cafés y dos donuts por la escandalosa cantidad de cuatro euros y medio. Pero como por lo que pagamos fue por el ambiente filosófico, y no por los bienes materiales, creo que el gasto se compensa con creces. Aunque si se repite, habrá que buscar algún lugar un tanto más... económico. Que una cosa es realzar la economía nacional, y otra muy diferente es esto.
Creo que tendré que ir pensando ya en la felicitación del cumpleaños del blog...

Por cierto, la foto es cortesía de la cámara de Naiara, que vía Tuenti he descargado, y que, ahora que lo pienso, no sabe de la existencia de este lugar. Pero como, tal y como dice el ministerio de educación: "tu imagen en Internet es de todos", me creo con derecho a apropiarme de ella, a cambio, eso sí, de un profundo agradecimiento a la fotógrafa por captar tan bella estampa que nos sirvió de marco durante aquel fin de semana.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Demana un desig!


- Però tanca els ulls!

- Per què?

- Perquè si no, no s’acomplirà.

- Vinga, va, i això, qui ho diu? A més, com saps que no els tinc tancats?

No vaig esperar la resposta. Vaig somriure i ,amb un gest precís, la moneda va eixir despedida del meu dit, va volar per damunt meu, fent giravoltes, i va caure a l’aigua amb un clapoteig que posà punt final al ritual.

Una vegada vaig observar com l’euro que havia llançat es dipositava suaument al fons, juntament amb altres centenars de monedes, vaig allunyar-me de la font, i vaig baixar els graons, fins on m’esperava ella, el cap alçat cap a mi, però no la mirada, absent des de feia temps.

La vaig agafar del braç, i junts vam travessar la plaça, que ens obria pas en un aleteig de coloms.

- Què has demanat?

- No t’ho puc dir; si ho faig, no s’acomplirà.

Ella es va aturar i va apropar la cara a la meua oïda.

- Si m’ho dius en veu baixa, ningú no s’adonarà- em va dir, a cau d’orella.

La vaig mirar als ulls, intentant descobir la meua imatge dins la seua absoluta blancura.

- ¿Què mires, tan calladet?Vinga, dis-m’ho- va suplicar amb aquell somriure emcisador.

Mai no he sabut com s'ho feia, però sempre s'adonava quan jo em quedava encisat mirant-la. Tal vegada fóra el silenci que m'envaïa quan l'observaba, o tal vegada fora una altra cosa; alguna mena de sisè sentit. En aquest cas, cinquè.

M’ho vaig pensar dues vegades, però des d’un principi sabia que era impossible resistir-me. Vaig traure un bloc de la butxaca i vaig escriure-hi una frase. Li vaig lliurar el paper.


Va llegir la frase que hi havia escrita, va alçar el cap per mirar-me als ulls i me’l va tornar. La seua sonrisa es va esvaïr, a mitges.

- Amor meu, saps que això és impossible. Ja hi hem parlat, tu i jo.- va dir amb una ombra de tristesa reflectida al fons de la seua mirada, inconscient encara de si mateixa.

Li vaig somriure, perdut al fons d'aquelles pupil·les verdes que quasi m'havia permès oblidar.

- Ja ho sé, ma vida. Ja ho sé.



No niego en ningún momento que esto es, de nuevo, la redacción mensual de valenciano, pero la producción de redacciones de pocas palabras resulta una buena forma de trabajar el microrrelato, género por el que siento gran aprecio.
¿Que todo eso son excusas y que tengo abandonado el blog? eso por supuesto, pero bachiller no perdona, y con todo lo que han acarreado los últimos días, todavía menos.
¿Que lo cuente? sí, hombre, ¿y que mas?
¿Qué es esto? Un metroflog?

lunes, 19 de octubre de 2009

¿Com fugir d'una presó sense barreres?

La meua vida gira al voltant d’una bossa de paper.

Una bossa de paper que, per a tants com jo, significa tantes coses: una finestra, una porta, una escala, un forat, una escletxa... Un passaport. Per a molts pot paréixer una bossa vella i arrugada; per a nosaltres, és un bitllet d’anada a un altre món.

Un món on cada dia no és una lluita contínua per la supervivència. Un món on no cal anar als escombrers a barallar-se per un mos de pà blau. Un món on la meua familia no em rep amb cara de súplica, esperant un menjar que mai arriba. Un món on la teua casa no es convertix en el teu assasí al caure’t al damunt cada any. Un món on l’aigua no t’enverina. Un món on, quan fuges dels punys de qui et furta el que és teu, no caus de cap en les porres de qui et lleva el que no et vol donar. Un món on el que vé de fora no és adorat, i el que és de dins no es marginat, condemnat i exterminat. Un mont de gent cegada per les llums i els neons importats d’altres móns.Un món on la gent no és gent muda, que per més que hi grite, no troba ningú que la senta. Un món que no està oblidat, al sud del món, a la base de la piràmide, a l’altre costat de l’oceà, difuminat per les ones que tarden massa en arribar d’un món a un altre.

Aquest és el meu món. No cal que et diga quin és el seu nom, perquè ja ho saps. No importa com em diuen, no importa qui sóc, perquè jo no importa, perquè jo no existisc, perquè fa temps que vaig deixar de ser una altra cosa que no siga un xiquet que va trobar una bossa entre el fem. Una bossa que omplix dia a dia amb pegamint per fugir d’aquell altre món, d’aquell infern on van a parar els innocents, mentre els dimonis els xuclen la poca sang que encara tenen. Una bossa de paper amb una enorme lletra M groga dibuixada al damunt.

sábado, 3 de octubre de 2009

Estos jóvenes de hoy...

Por algún motivo que no alcanzo a comprender, existe la tendencia, por parte de los medios de comunicación de criminalizar, vulgarizar, o restarle importancia a todo aquello que tiene relación con los jóvenes.
Los jóvenes hacen botellón, los jóvenes son unos vagos, los jóvenes no saben lo que es la responsabilidad, los jóvenes no leen, los jóvenes no saben expresarse, los jóvenes son jóvenes...


Ante esto, los jóvenes, -a los que por cierto, les da igual el mundo- no deberían hacer nada más que encogerse de hombros, y aprender a encontrar en la sociedad a un enemigo en potencia, que les obligue a convertirse en adultos responsables y productivos cuanto antes. Pero a algunos nos hace pensar que muchos de los miembros de nuestros círculos más cercanos (amigos, para los de la Logse) son algo peor que delincuentes. ¡O peor! Anarquistas...


Un ejemplo de ello, y la idea a raíz de la cual surge este pensamiento, es un artículo sobre el lenguaje de los SMS: un lenguaje visto, desde el punto de vista de los mayores expertos en el lenguaje como todo un asesinato del castellano, una aberración, el anticristo de la sintaxis.

Poco recuerdan los que mortifican los chats, las abreviaturas y el lenguaje consonántico de los mensajes de texto, cuánto éxito, y sobre todo aceptación entre el mundo de la cultura, la lengua y la literatura, tuvieron en su época los telegramas, que no eran ninguna aberración, ni nada parecido, sino que además contaban con cierto encanto cinematográfico. El lenguaje telegráfico se trataba de un lenguaje también basado en la omisión de elementos lingüísticos (preposiciones, conjunciones, determinantes) como método para economizar el mensaje. El mismo trato que se le dio en su día al telegrama debería dársele al SMS.

Está claro que este nuevo sistema, al aterrizar en la era de la comunicación, está al alcance de todo el mundo, y es utilizado por un mayor número de usuarios que el antiguo telégrafo, pero eso no puede ser utilizado como excusa en nuestra contra. Alguien me dirá que la causa de la condena del SMS por parte de las autoridades es la filtración de este tipo de lenguaje a los registros más formales de la lengua, cómo exámenes, o redacciones académicas. Ante esto, basta con razonar un poco: si en la época de los telegramas, alguien hubiera comenzado a escribir telegráficamente, ¿hubiéramos ido a estrellarle el telégrafo en la cabeza a su inventor, hubiéramos crucificado a los telegrafistas?

Antes esto, tan solo decir, que la culpa no es de los SMS, sino de la educación (una vez más)



Aunque no son solo los SMS. También es muy frecuente encontrar en los medios titulares como éste:
"Un jóven de 34 años asesina a una mujer mientras paseaba por la calle."

No se vosotros, pero yo conozco gente de 34 años que ya se está empezando a quedar sin pelo, está casado y hasta tiene hijos. Creo que deberíamos definir con una mayor precisión donde se halla exactamente el umbral que diferencia un joven de un adulto antes de llenar la prensa con titulares de este tipo. Y es que, como decía una de esas personas que no pueden dejar de pensar ni en el trabajo, el hecho de que nos bombardeen constantemente con la palabra "joven", seguida de atrocidades como ésta, tan solo logran crear una desconfianza en la población, ante cualquier manifestación de juventud. Si, en lugar de "joven" pusiéramos "adulto", la gente se pasaría a la otra acera en cuanto viera dos o tres adultos hablando entre ellos por la calle. Y si utilizáramos el término "persona", ya ni siquiera saldríamos de casa.

Los jóvenes no sabemos lo que es la responsabilidad, a los jóvenes nos resbala todo, los jóvenes no merecemos un reconocimiento, los jóvenes somos Malos...
¿Que es lo que hace que la juventud de hoy en día esté tan corrompida? ¿Qué causa todos los constantes problemas de la juventud que escuchamos, leemos y vemos cada día? ¿Es todo culpa de Mecano? ¿Fue su música, allá por los años 80, la que causó un trastorno en el esperma de toda España, creando una generación de degenerados? ¿Es todo culpa de la tele?

¿O hay algo más?

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Bifurcaciones

Este es un mensaje para todo aquél que, en algún momento de su vida ha tenido que tomar una decisión importante; una decisión que tal vez cambiara toda su vida. Si estás leyendo esto y nunca te ha pasado, créeme cuando te digo que tienes muchísima suerte; deja de leer y sal ahí afuera a disfrutar de tu maravillosa vida.

Hay momentos de tu vida en que te ves forzado a escoger. Puede ser de repente, o puedes llevar mucho tiempo retrasando el momento de tomar esta decisión, pero finalmente siempre has de tomar una dirección u otra. Aunque hay algo qu
e tienen en común estas dos posibilidades, y es que, ya sea sin previo aviso, o con un año de anticipación, finalmente siempre respondes del mismo modo.
Esto ocurre, sobre todo, a aquellas personas que retrasan la decisión, porque se ven incapaces de tomarla, y terminan por escoger siguiendo un impulso, una orden desconocida llegada de alguna parte extraña, pero que, una vez la sometes a un análisis pausado y racional, resulta ser la opción correcta.

Digo esto para sostener la teoría de que las decisiones acertadas suelen ser las primeras. Tal vez una persona a la que la vida ha enseñado, a base de golpes, lo contrario, me diga que estoy equivocado, y posiblemente, que me pegue un tiro, pero muchos indecisos comprenderán mi punto de vista, que al principio puede parecer impulsivo, y poco meditado. De hecho, no me han dejado matizar antes de colocarme la pistola en la sien: lo que quería decir es que muchas veces, la opción correcta ha estado siempre en nuestro interior, escondiéndose de nosotros mismos, rehuyendo nuestra conciencia, y esta idea Primera, o original, no se nos muestra hasta haber descartado unas cuentas opciones secundarias.
Está claro que la elección de un camino puede resultar una dura tarea, pero para ello hay dos claves que, según mi (escasa) experiencia personal, son la clave para una decisión:
Una de ellas ya lleva un tiempo sirviéndome de bandera, y es la búsqueda de la felicidad, como dijo Aristóteles "fin del ser humano", pues si no seguimos el camino que nos ha de llevar a esta Felicidad (con mayúsculas), jamás llegaremos a alcanzarla. Así, hemos de actuar según nuestro corazón, y no dejarnos influenciar por terceras personas, sobre todo si la primera y la segunda eres tú mismo.
La otra, la he descubierto hace poco, y tiene relación con comprobar, una vez has tomado la decisión, basándote en perseguir tu felicidad, que la opción escogida es correcta, y para ello, nada tan eficaz como enfrentarte de frente a la opción desechada. Sí, sí, me he explicado bien: si, tras probar la opción descartada, sigues convencido de que la vía que has escogido es la correcta, nada podrá hacerte dudar jamás sobre tu decisión (espera, ¿he puesto "vía"? vaya, se me ha escapado).
Si escondemos la cabeza emulando a nuestro amigo el avestruz, negando la existencia de la otra opción, no hacemos más que poner en evidencia nuestra propia debilidad, y la inseguridad de sus argumentos. Así, como quien tan solo critica el comunismo después de haber leído a Marx o quien entra en un bar de ultraderecha con palestina para poder aseverar su ideología, debemos mostrarnos siempre dispuestos a analizar, y reconocer, aquello que hemos negado, para poder aferrar con más fuerza lo que hemos escogido.


Sobre este tipo de situaciones, como sobre tantas otras, ya se han dicho muchas cosas, sobre todo gente que tiene un poco más de idea que este humilde escritor de márgenes, pero si dejáramos de hablar por el simple hecho de que ya estuviera todo dicho, nos callaríamos demasiadas cosas y, para empezar, yo no tendría este blog.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Ah, septiembre...

Creo que pocos meses pueden alardear de un significado tan amplio como el mes de Septiembre. Septiembre es el único mes que ha osado apartar de un codazo a Enero y apartarlo de la cabecera del año.

Muchas veces me he preguntado por qué el año empieza en Enero. Está claro que empieza por un motivo, eso lo dejo a los astrónomos, pero el caso es que Septiembre es el mes de los comienzos. comienza el curso, el trabajo, y en resumen, todo. El ciclo de la vida vuelve a comenzar, aunque coincida con el inicio
del fin, el inicio del otoño. En teoría, las cosas deberían empezar en primavera, con el inicio de la vida, la alegría, la luz. pero los humanos somos así, y basta con que la madre naturaleza diga blanco para que le repliquemos negro. Claro que, bien pensado, ¿donde está el inicio de un círculo? empieza de igual manera el año en septiembre, como en Enero, como en primavera. Un círculo es una forma infinita, sin principio ni final, y no se puede delimitar un extremo, pues es igual en su conjunto. Ui ¿que es esto? suena a geometría física fundamentada. Mmm... creo que me he metido en el cuarto oscuro.
El caso es que, si quieres empezar algo, mejor será que no esperes a las promesas de año nuevo, y vayas aprovechando Septiembre para ir empezando, pues pocos meses están tan diseñados para ello como el que estamos empezando ahora. ¿Como? ¿Que ya llevamos medio mes? Eso no hace más que demostrar la teoría del círculo sin principio, ni siquiera podemos empezar las cosas con el mes de septiembre, sino que hay que comenzarlas a mitad. Bueno, hemos acabado un ciclo, y empieza otro, el verano deja paso al invierno, y todo eso que se dice en estas fechas. Yo lo celebro con un post relajado, de los que dices, para hacer esto no hago nada, que a fuerza de escupir palabras, mucho llena y mucho suena, pero decir, no dice nada.

domingo, 23 de agosto de 2009

Echar segundos por la ventana.

Parece mentira que, en la sociedad en la que vivimos, en la que la gente intercambia sin pensárselo dos veces tiempo por dinero, haya gente que lo deje perder.

Por todos lados encontramos hombres de corbata y maletín, hombres respetables, y racionales, por el simple hecho de llevar dichos distintivos, pagar gasolina por llegar antes al trabajo, por un parking para no tener que perder tiempo buscando un aparcamiento, por una hamburguesa en una bolsa por no tener que sentarse en un bar a pedir que le preparen un bocadillo, por un AVE Madrid-Barcelona, por llegar antes a la playa, por investigaciones para alargar la vida, por el peaje de la autovía, o por preservativos que prolonguen las relaciones para adultos.

Del mismo modo, a estos hombres se les paga porque dediquen ocho horas de su tiempo a realizar alguna actividad para beneficio de otro, y en caso de trabajar más de lo estipulado, es necesario exigir un pago mayor, en compensación.
Es por eso que no podemos esperar que nadie nos preste ni un minuto de su tiempo de manera gratuita. Ya podemos estar retorciéndonos de dolor o asfixiados por una necesidad, que pocos serán los que te regalen desinteresadamente un segundo de su valioso tiempo

“Sí, hombre, con lo que me ha costado a mí”

“He pagado 3,50€ por estos cinco minutos, y no se los voy a dar”

“Ya que he encontrado un minuto en oferta, no se lo voy a dedicar a usted”

“Para eso llevo ahorrando minutos para conseguir este cuarto de hora, para dárselo a alguien que ni siquiera conozco”

Por este motivo, y quizá por algunos más que se me escapan, deberíamos reflexionar los aburridos, los vagos, los hastiados y los escritores si no estamos desperdiciando una materia prima tan valiosa como es el tiempo. Cada minuto que pasamos delante de la pantalla del ordenador, estamos echando por la alcantarilla el dinero que a otros les cuesta tanto de ganar. Es como si estuviéramos asaltando la cartera a nuestros padres para echar el contenido en un pozo, para que, por añadidura, nadie pudiera aprovecharlo. Yo creo que, toda la gente que echa tiempo por la ventana, como si no se dieran cuenta de que hay gente ahora mismo que se está dejando el sueldo por conseguir unos minutos de más, se merecen un buen par de varazos bien dados.

Debería darnos vergüenza.

Vaya, parece que los posts se conservan bastante bien, no se pudren, ni se echan a perder, porque este lleva enlatado unas dos semanas, y sigue igual que cuando lo escribí, el mismo día que el anterior.

¡A disfrutar del verano, que lleva acabándose desde que empezó!

jueves, 6 de agosto de 2009

Ideado, Hablado y Embalado.

Cuando pasas mucho tiempo en compañía de personas humanas (como si hubiera otro tipo de personas) inevitablemente se da el caso que comienzas a hablar. Curiosa manía también la de hablar, ya ves, como si así las cosas que se dicen estuvieran algo más cerca de la realidad.
El caso es que hoy, adolescentes nosotros y adolescente la conversación, nos hemos sorprendido hablando del futuro. Curioso tema, el futuro, pues lo que la gente de la calle se limita a llamar "planes" no serían considerados como tal, y probablemente no serían llevados a cabo, si uno se los guardara para sí mismo y pensara: "podríamos hacer esto, o lo otro..." Para el desarrollo de los "planes" es necesario intercambiarlos con las personas con las que se ha planeado, de lo contrario, nos arriesgamos a que nunca se lleven a cabo. De este modo, hablar sobre ellos es la única manera de que se conviertan en realidad.

Y, aunque como bien dice siempre alguien "esto luego no lo haremos", muchas de estas cosas, de estos "planes" se quedan en el cajón, desbordado ya de por sí, de los planes por realizar.

Pero, también hay que remarcar que, si no se habla de estos "planes", podemos tener por seguro que nunca van a llevarse a cabo.
Así, las cafeterías, heladerías, tascas, bares, parques, aceras, bordillos, asfaltos, hospitales, tanatorios, en este orden y no en otro, se convierten en la factoría de lo que llamamos "planes", siendo su única cadena de montaje una cadena humana, siempre cerrada, y formando a poder ser un círculo o forma geométrica parecida que dificulte el paso a los viandantes, o imposibilite la relajación a aquellos que esperan encontrar silencio en una cafetería. También curioso lugar al que irse a buscar el silencio, u otra cosa que no sea gente hablando de futuros impensables e irrealistas. Eso sí, a voz en grito, pues si no, el prójimo intenta silenciar su propuesta con la tuya, la cual, por definición, es más importante, por el simple hecho de proceder de ti.
Y, al igual que los productos que necesitan de un continuo proceso de fabricación, para que no llegue al consumidor un automóvil sin ruedas, un televisor sin pantalla, o un preservativo sin lubricar, (también noble producto como otro cualquiera, tal vez de mayor importancia que los primeros), los "planes" necesitan de una formación ininterrumpida, para no caer en el olvido, y no llegar nunca a producirse, pasando de "planes" a "hechos".

Esto tan solo se consigue con más conversación, más saturación del tráfico de las aceras, y más molestias a quien busca el silencio en zonas tan absurdas como una cafetería, un bar o el parque que hay junto a la ventana de su casa a medianoche.
Pero, el caso es que, si no planeáramos, no haríamos, y si no hiciéramos, no recordaríamos. Y si bien los recuerdos que forman la estructura de nuestra memoria se han formado de manera espontánea, sin planificarlos, son las cosas planeadas, y sobre todo, esperadas, las que ocupan grandes fechas en nuestras biografías, y en nuestros álbumes de fotos.

Y ya que nos planeamos la vida, planeémonosla bien, ¿No os parece?


E iros a dormir, gamberros, que no son horas.

domingo, 26 de julio de 2009

Rojo y Negro

Salió de su habitación a toda velocidad en cuanto supo que había un incendio. Su madre todavía no había acabado de darle la noticia, y él ya estaba asomado a la terraza del segundo piso, y contemplaba fascinado cómo las lenguas de fuego ascendían más de veinte metros sobre la cima de la montaña que había a dos kilómetros de su casa.
El ser humano siempre ha sentido una extraña fascinación por el fuego. Hay algo en él que lo atrae, tal vez sea porque ha formado parte vital de su vida desde sus más tempranas épocas, o tal vez por el simple ondular de sus llamas, y el misterio que las crea. En los últimos años, al verse limitado el uso del fuego por la luz eléctrica, tal vez el misterio que lo envuelve se ha hecho mayor.
Siempre le había gustado contemplar los incendios, sobre todo cuando llegaban las avionetas a apagarlos. Le gustaba ver como el agua caía desde los depósitos, pulverizada, sobre las llamas, intentando apagarlas, pero sin conseguir sofocarlas por completo.
El resto de la tarde la pasó allí, esperando a que se diera la alarma y llegaran los bomberos. El incendio crecía; se extendía por los secos pinares como si se tratara de un campo de cartón impregnado de gasolina, cubriendo por completo la montaña, y propagándose por las de alrededor, sin nada que pudiera hacer pensar que aquello podría terminar jamás.
Cuanto mayor era el incendio, más difícil lo tenían los bomberos para sofocarlo, y más se prolongaba la extinción.
Su madre lo llamaba desde el piso de abajo; era hora de cenar. Él la ignoró, absorto en el espectáculo que tenía delante.
El rojo se extendía, lanzaba sus brazos color arena en todas direcciones, palpando las ramas de los árboles circundantes, y cuando conseguía aferrarse a ellas, lanzaba todo su potencial, enrollándose como si de una monstruosa serpiente carmesí se tratara, y encaramándose hacia la copa del árbol que acababa de devorar para lanzar una llamarada en señal de satisfacción, con un rugido que se fundía con el crepitar de la madera.
El viento cambió, y una avalancha de color rubí se precipitó montaña abajo, rodando como si realmente estuviera impulsada por la propia gravedad, en lugar de por el viento, devorando árbol tras árbol sin importarle ya la especie.
Su nariz se llenó de olor a humo, cenizas y fuego. La furia del incendio lo golpeó en la cara, pero él permaneció firme, contemplando impasible cómo las llamas llegaban hasta los campos sin cultivar que había a cincuenta metros de su casa. El humo le llenaba los ojos, pero él quería seguir mirando, quería ver cómo el fuego intentaba cruzar el erial, aferrándose a los matorrales que pudiera encontrar. Se agachó para poder ver por debajo de la columna de humo, y de este modo alcanzó a ver cómo un equipo de bomberos lograba repeler las llamas rociándolas con un chorro de agua que, en un principio solo conseguía hacer que se revolvieran más, sin conseguir aplacarlas, pero con la que al final consiguieron hacer retroceder el fuego.
Una vez el infierno que avanzaba por la montaña hubo consumido toda la vegetación y sólo quedó una negra masa humeante, las avionetas y una parte de los camiones se retiraron, y su madre apareció por la puerta de la terraza, y lo abrazó fuertemente contra su pecho, llorando. Pero él no dejaba de mirar cómo el humo se elevaba en espirales hacia el cielo, despejado hacía apenas medio día, y que ahora aparecía encapotado, cubierto de unos amenazantes nubarrones negros, que anunciaban cualquier cosa excepto lluvia.
Al día siguiente, todo el monte que rodeaba la casa estaba calcinado. Los pinos extendían sus raquíticos dedos suplicantes hacia el cielo, y el suelo estaba cubierto por una capa de ceniza en la que se confundían los restos de las agujas de los pinos, los matorrales que cubrían el suelo, y seguramente los restos de algún desafortunado animal que no hubiera podido escapar del incendio.
Allí donde antes había una exuberante masa verde y rebosante de vida ahora tan solo había un desierto gris, negro y humeante, sin ningún tipo de esperanza de recuperarse, al menos en un buen tiempo.
El fuego había destrozado en unas horas lo que tanto tiempo le había costado a la naturaleza crear, y ahora pasarían años hasta que el lugar volviera a renacer. Seguramente sus nietos no volverían a verlo tal y como él había tenido la suerte de hacerlo.

Pero había merecido la pena.

Se despertó y se levantó al instante de la cama, pues el sol entraba a raudales por la ventana de su habitación. Miró el reloj: eran las cuatro de la tarde. Era un viernes, exactamente 23 de julio de 2009, y aquél día hacía un calor sofocante, y corría un cierto viento, que no parecía tener intención de cesar. Se asomó a la terraza de su villa del interior de la provincia de Castellón, y paseó la mirada por los pinos y arbustos que crecían no muy lejos de las casas.
Y sonrió.


Nadie debería destruir lo que después no pueda volver a crear

domingo, 5 de julio de 2009

Al otro extremo de la carretera

Tras una última mirada atrás, subo al autobús.
Todavía no se qué me espera al otro extremo de la carretera que a un paso constante recorremos, pero de lo que sí estoy seguro es de que no será nada malo, ni mucho menos, aburrido. No puede serlo algo q
ue hemos estado esperando durante tanto tiempo. Lo que sí que no tenía previsto era que fuera algo tan extremadamente lejos del mundo real. O, al menos, de mi mundo real.
En aquel otro extremo de la carretera, nada es como en este que pisamos día a día: el asfalto se convierte en yerba, el techo y los edificios, en árboles, y no hacen falta ventanas que nos muestren el exterior, pues la palabra interior pierde todo su significado allí afuera. No necesitamos tapar nuestros oídos con auriculares que nos inunden la mente de música para olvidar los sonidos del siglo; estando allí, pronto olvidas qué sonido hacen los coches, cómo suena una bocina, y a que huele el humo.Aquí, nuestros ojos no pueden recorrer más de un par de metros sin toparse con una pared, o una puerta; allí lo único que encuentran constantemente son las miradas de los demás.
Y es que ningún significado tendría todo aquello sin la gente que te acompaña. Aquí, a menudo tienes que ir hasta el espejo para poder ver otros ojos mirándote; allí, pronto olvidas incluso como es tu propio rostro, pues las caras de los demás están marcadas a fuego en tu mente, como el dibujo que hace en tu retina un rayo de sol que has mirado directamente; siempre contigo, siempre acompañándote. Bajo ningún concepto nadie duerme, camina, come o se lava los dientes solo: se puede imaginar la vida allí sin tiendas; se puede imaginar la vida allí sin los sacos de los cubiertos, sin las mesas del comedor, sin la casa, sin los baños, sin nuestras mochilas, sin las marchas, el río, los árboles, o incluso las mismas montañas; pero de ningún modo cabe en nuestra cabeza la idea de aquél sitio sin las personas que nos rodean (recordando cierta actividad, de las tantas que se hicieron, en que construíamos edificios con nuestros cuerpos).
Pocas cosas son las necesarias para construir el otro extremo de la carretera. De hecho, cosas ninguna, tan solo personas. Es por eso que, mientras estamos allí, nos olvidamos de cosas tan vitales como el ordenador, el móvil, la cartera, y todas las cosas materiales que aquí se nos presentan indispensables. Allí ya pueden ensuciarnos las zapatillas, que las limpiamos; ya pueden escondernos los cubiertos, que los buscamos; ya p
odemos perder el dentífrico, que no gastaremos ni un minuto de nuestro tiempo para buscarlo. Eso sí, cuando falta alguien, su ausencia se hace de notar de inmediato.
En un objeto, en un lugar, en una acción, la ausencia de los ausentes se siente más que la presencia de los presentes.
Pero si para algo estamos allí es para olvidar, girarnos, dejar atrás todo lo material, lo nuevo, y lo cómodo, y adentrarnos en las profundidades de nuestras emociones, de la vida tal como fue creada; s
in ataduras, sin condiciones, y sin parches de frialdad asegurados con remaches de egoísmo. Y es que, cuando llegas allí, dejas la mochila en el suelo, miras a tu alrededor y por un momento, deja de existir la carretera, y lo que te has dejado en este lado. Por un momento, para ti solo existen árboles, yerba, cielo, y una treintena de personas que van a acompañarte para que, durante una semana, guardes tus prejuicios en lo más hondo de la mochila, revuelques tus penas en el barro, sumerjas el estrés en agua con harina, y te tires al río para salir completamente nuevo, tiritando para sacudirte todo rastro de asfalto, humo, farolas o acero, y emerjas como un nuevo ser, dando gracias al cielo por enviarte el sol, y por haber creado todo aquello.

Dios bendiga los campamentos de verano.
¿Lo bueno, si breve, dos veces bueno? Desde luego, no se puede aplicar esta norma a los campamentos, ni a los posts, así que aquí os dejo este humilde intento de alcanzar la extensión de Yolanda, o la poesía de Eva o las fotos que ambas han recogido para hacerle la competencia a las mías. A disfrutar del verano!

martes, 16 de junio de 2009

No somos nadie

- ¿Como puede haber llegado a esta situación?
- No lo sé, caballero. Le juro por Dios que no lo sé.
- Lo tiene todo. Su vida es la vida que cualquier ciudadano decente puede desear: tiene un cargo importante en una empresa multinacional, está casado con una mujer que lo ama y tiene unos hijos maravillosos; su carrera está en su apogeo, y la semana pasada, según me han contado, llegó incluso a comprarse un yate. ¿Que fue lo que le hizo llegar a esto?

El hombre miró hacia abajo, al enorme vacío que se abría a los pies del rascacielos al que estaba subido, y la visión del suelo doscientos metros bajo él lo sobrecogió.

- Ni idea. No se que daría por saberlo, se lo aseguro; pero el caso es que no lo sé
- ¿Acaso fue por algo que le ocurrió? ¿Algún negocio le salió mal, discutió con su familia, o tal vez con algún amigo?
- No, le puedo asegurar que no fue nada de eso.
- Pues no veo motivo por el cual una persona en su estado podría siquiera plantearse la idea del suicidio.
- La vida da tantos giros...

Su compañero quedó pensativo un momento, dando vueltas a una idea que empezaba a formarse

- Tal vez...
- ¿Si?
- No, pensaba que tal vez, lo que puede haberlo llevado a esta situación puede haber sido su propia vida. Tal vez, esta vida no le llene. Quizás esto no es lo que quería; no es aquello con lo que soñaba. ¿Puede ser, caballero, que un día se haya visto de pronto envuelto en una realidad que no le agrada, que no le llena, y de la que no hay manera de escapar, y por eso ha decidido suicidarse?

El hombre alzó la vista por un momento del vacío y miró al hombre que había junto a él.

- ¿Sabe? creo que podría tener usted razón.
- Ya se lo digo yo. Y hágame caso, porque yo he visto muchos casos como el suyo. En ocasiones, una persona se deja guiar por el interés, o por alcanzar el poder, y no piensa en lo que realmente le haría feliz, abandonando así sus sueños. Hay personas que se dan cuenta de ello en el lecho de muerte, cuando ya el señor los llama a su presencia; otras, sin embargo, lo descubren en medio de su vida, y no tienen más opción que intentar cambiar. En su caso, no ha podido cambiar, y eso es lo que lo ha llevado hasta aquí.
- ¿Y no hay nada que pueda hacer, una vez descubierto el motivo?
- Bueno, supongo que podría rectificar; romper con todo lo que ha hecho hasta ahora, y dar un giro brusco a su vida. En conjunto, salir en busca de aquello que realmente le va a hacer feliz.
- Pero... a todo esto. ¿Esto no se lo tendríamos que decir a él?
- Tal vez, caballero, tal vez debiéramos.

Su acompañante, al igual que él, dirigió la vista unos metros más allá, donde, subido a la misma balaustrada donde se apoyaban ellos, un hombre terminaba sus oraciones y se disponía a saltar desde la azotea de un rascacielos.

- Mire, parece que ya ha acabado de rezar

Los pies del suicida se levantaron del suelo. El hombre que estaba más cerca suspiró.

- Ahí va... ya no hay nada que hacer. Sinceramente, no creí que acabara haciéndolo.

Su acompañante asintió. Se irguió y echó a andar tras despedirse con unas palmadas en el hombro.

- No somos nadie.
- Sin duda, caballero, no somos nadie.



Después de librarse definitivamente del monstruo al que la gente insiste en llamar exámenes, las luminosas noches veraniegas, antes ocupadas en estudiar, leer, o simplemente dormir, que buena falta hacía, se llenan de momentos de inactividad en que la mente empieza a transpirar por efecto del calor.
¿La mente transpira? Por supuesto, al igual que el cuerpo, necesita expulsar aquello que no necesita; los desperdicios que genera su propio funcionamiento. Para estos momentos de transpiración mental, conviene tener siempre un trozo de papel para secarse todo ese antihigiénico y incómodo montón de letras, ya sea el papel físico o virtual. Después de esto, lo lógico sería tirar el papel a la basura, pero como hay algo que me impide por completo tirar a la basura cualquier cosa que lleve letras, y más si proceden de mí, acabo escurriendo este sudor mental en el blog, con la esperanza de que, tal vez, alguien quiera dejar un par de gotitas ahí abajo, donde pone "comentarios".
Ya esta aquí el verano, y con el, los posts veraniegos, sofocantes y espesos.

domingo, 17 de mayo de 2009

Deslices fotográficos

Tras recuperarme de la resaca post-parisina, hacer un lavado de cara al blog, que buena falta le hacía, y darle una y mil vueltas al anónimo misterioso, (el autor del cual aun no ha aparecido, por cierto) y tras una semana de miedo, a causa de los examenes i el ruter, que ha decidido tomarse una semana libre, vuelvo a la marcha bloguera habitual, con una nueva "sección", si se la puede llamar así, del blog. La verdad, no se si se le puede llamar nueva, porque como quizás ya hayáis observado, antes ya estaba, aunque no había tenido tiempo hasta ahora para dedicarle unas palabras a esos extraños objetos que aparecen, así por que sí, en el margen derecho del blog (todavía no se como llenar el izquierdo) en cuanto se acaba todo lo demás, y que parecen estar ahí tan solo para llenar hueco.
Pues bien, hoy dedico este post a mis "Deslices Fotográficos".


Siempre me ha gustado absorber paisajes con la mirada; Quedarme quieto y dejar que la visión de un río, un valle o una montaña me llenara los ojos, entrara a raudales por

mis pupilas, e inundara mi mente dejándola libre de otra cosa que no fuera el lugar en que me encontraba. El hecho de poder olvidarme de todo lo demás, y simplemente mirar, mirar y no hacer nada más, como si hubiera dejado de ser yo para limitarme a ser un par de ojos flotando en el aire, me relajaba de una manera asombrosa.
¿Que haces cuando te ha gustado mucho una película? Comprarla en DVD. (Más bien bajártela por el emule)
¿Que haces cuando te gusta mucho una canción? Compras el CD (bueno, sí, y de paso un póster y una camiseta)
¿Que haces cuando te gusta mucho algún lugar? La respuesta que nos llega inmediatamente a la mente es: hacer una fotografía.
Pues bien, yo discrepo. Si tuviera que contar con los dedos las veces que me ha decepcionado la fotografía de un paisaje que, en vivo, ha conseguido hipnotizarme, dejaría de poder rascarme antes de empezar.
No se puede (o yo al menos no se) capturar por completo un paisaje dentro de una fotografía. Hay cosas que no se pueden plasmar en un papel, y que hacen que la imagen esté incompleta. Ésta es la conclusión a la que he llegado tras kilobytes y kilobytes de fotografías de masas de un verde uniforme que los demás, cuando las miran, no pueden más que ladear la cabeza, fruncir el ceño, intentar descubrir el dibujo oculto y preguntar "¿Que es?", a lo que yo me veo forzado a responder "Emmm…Nada". Aquí cabe destacar que, si la cámara no fuera digital, la mitad de las fotos se quedarían donde están, ya que solo la aparentemente ilimitada capacidad de una tarjetita SD nos permite llevar a cabo este derroche fotográfico, con el que llenamos la memoria del ordenador de "Emm…Nada".
Ahora que, si esto fuera cierto, y la fotografía fuera siempre inferior a la imagen real, no veríamos esas fotografías tan impresionantes que salen cuando pones cualquier palabra en el buscador de imágenes de Google, los vendedores de postales tendrían que vender camisetas, y todos los fotógrafos acabarían en el paro. Que yo no sepa hacer fotografías como dios manda no quiere decir que no sea posible hacer verdaderas obras de arte con una cámara.


Son muchos los años que llevo manejando mi cámara digital, y algún que otro momento de locura al fijarme en el juego de luces de una simple hoja, una puesta de sol especialmente peculiar, algún que otro afortunado accidente de la naturaleza, o el siempre bello y encapotado cielo de París, han hecho posible que, si miras a la derecha de este blog, y le das a la rudecita hacia abajo, encuentres algunos de los más afortunados segundos que mi humilde Fujifilm ha tenido la suerte de poder capturar.

domingo, 3 de mayo de 2009

Adoquines en el alma

Era viernes. ¿O era sábado ya? No sabría decirlo.
De lo que sí que estaba seguro era de que, sin darme cuenta, ya había alcanzado la cima; y también estaba seguro de que, a cualquiera que no estuviera acostumbrado a pedalear sobre los adoquines le hubiera resultado mucho más duro de lo que me había resultado a mí.
Desde que había salido del piso donde vivía, en alquiler, por supuesto, desde hacía tres meses, había comenzado a llover dos veces, y ambas había parado con la misma rapidez con la que había empezado. Parecía como si el cielo se muriera de ganas de descargar sus repletos nubarrones, pero se arrepintiera de hacerlo sobre una ciudad como aquella.
Como ya había hecho más veces, me bajé de la bicicleta para pasar entre los pintores callejeros que ocupaban buena parte del día en ganarse la vida retratando turistas para después poder recoger los caballetes, las pinturas y los pinceles y escalar, como yo estaba haciendo en aquel momento, los últimos metros de Montmartre para buscar un panorama que les resultara digno de plasmar en sus lienzos, al igual que yo los plasmaba a golpe de teclado.
Habían pasado tres meses desde que había llegado a París. Había pasado ya noventa tardes deambulando por las calles adoquinadas, salpicadas de charcos y de miles y miles de pisadas, de toda la gente que iba y venía de sus trabajos, sin que el frenético ritmo del siglo veintiuno les permitiera detenerse un momento a contemplar aquella maravillosa ciudad que se abría a su alrededor. Más de veinte de esas tardes mis pasos me habían llevado hasta el barrio bohemio, a la colina de Montmartre. Pero aún así, no podía evitar que se me saltaran las lágrimas cada vez que volvía allí.
Fue debajo de la basílica del Sacre Coeur donde detuve mi bicicleta.
Desde lo alto de la Torre Eiffel, París se mostraba en todo su esplendor: miraras hacía donde miraras, tus ojos solo veían París; era difícil vislumbrar algo que estuviera más allá de sus límites. Podías distinguir con facilidad cualquier punto clave de la ciudad, y admirar el Sena en todo su esplendor. La torre Eiffel estaba ideada para admirar París, y ser símbolo de su orgullo.
Desde lo alto del Montmartre, sin embargo, París era un insecto vuelto patas arriba que no puede darse la vuelta, era el trasero de un pavo real. Desde Montmartre no ves el Sena; te has de esforzar para ver el arco del Triunfo, o algún otro monumento insigne; a duras penas consigues ver la torre Eiffel. Desde Montmartre, ves un París que se revuelve para mostrarte su cara buena, y no sabe cómo. Pero lo que no sabe París es que te está enseñando una cara igual de bella que la que está acostumbrada a mostrar, o incluso más. Desde allí, se ve un parís humilde, un parís grande, bello, formado exclusivamente por modestos edificios que no superan en altura a los monumentos; que no se ven intimidados por la sombra de la imponente torre Eiffel.
Mientras miro como la ciudad se escandaliza al descubrir que la estoy viendo desde este ángulo, dejo la bicicleta atada a la barandilla que rodea la iglesia, y saco la funda del portátil del portamaletas. La bici también es de alquiler, así que será mejor que no la estropee.

Paso tras paso, me dejo caer sobre los peldaños de la escalinata que, desde las puertas del Sacre Coeur, se desenrollan como una interminable lengua blanca y verde.
Después de haber bajado más peldaños de los que sin duda tiene cualquier otra escalera llega un momento en que mis pies no quieren avanzar más. Está bien. Busco un banco, y me siento.
Saco el portátil de su funda, lo abro, y lo enciendo.
Durante un último momento, levanto la vista para contemplar París, ahora un poco dado la vuelta, recuperando la compostura, para mostrarme tan solo las impecables fachadas de sus edificios. Aunque luego me arrepienta, no puedo evitar mirar hacia el lugar donde el sol comienza a descender cada vez más rápidamente para salir al encuentro del horizonte.
Alzo la cabeza e inspiro. París se vuelve entonces aire, y se quiere meter dentro de mí, y doblegarme a su voluntad. Sin que no pueda hacer nada, mi pecho se llenan de París, y me siento como si toda la vida hubiera estado respirando a medias, y aquella fuera la primera vez que podía saciar mis pulmones. Una vez satisfecho, dejo de respirar para escuchar el silencio, dueño indiscutible de aquel lugar. Tan solo el viento se atreve a desafiar el silencio que la ciudad convierte en su canto. Mis oídos se llenan de París. Incluso me parece poder saborear París.

De pronto, París se escapa de mi cuerpo en un largo y silencioso suspiro.
Bajo la vista hacia el teclado, y escribo esto.

Por un momento había vuelto allí. De nuevo estaba en la colina de Montmartre, contemplando París. De nuevo paseaba por el barrio bohemio, rodeado de pintores. De nuevo el Sena se deslizaba bajo mis pies, sin nada interponiéndose entre nosotros que un puente de piedra. De nuevo alzaba la vista hacia la Torre Eiffel, sin poder dejar de admirarla. De nuevo mis mandíbulas se separaban como si quisieran comerse el Arco del Triunfo. De nuevo deambulaba entre los frutos de miles de mentes geniales en el museo del Louvre. De nuevo paseaba por calles que rezuman historia, limpias y adoquinadas. De nuevo tomaba un café mientras miraba París a través de una discreta mirilla del tamaño de una pared que se abría en la fachada de un local con nombre de infusión, y de nuevo contemplaba el atardecer sobre las aguas del río Sena (o uno de sus canales, nunca llegue a saberlo) a través de una alambrada.
De nuevo llovía sobre mi alma desnuda, arrastrándola hacia el fondo del Sena, y llevándola consigo, separándola de mi cuerpo mediterráneo, y haciéndola descansar sobre un lecho de adoquines mojados por charcos; charcos de una realidad que no cabe dentro de ningún molde que yo haya tenido el placer de conocer antes.


Entrada melancólica, rememorando aquellos inolvidables días pasados en la que, hasta ahora, yo había considerado simplemente la engreída capital del país vecino. Se que hoy en día se hace un uso abusivo del término "inolvidable", pero sin duda los días pasados en la capital francesa merecen ese título con creces, tanto por la embriagante belleza de la ciudad como por las interminables, y ojala eternas noches.

Simplemente, me he dejado algo en París, y no podré descansar tranquilo hasta que vuelva allí para recuperarlo.


P.D: a toda la gente que últimamente entra en el blog, os agradezco el apoyo, pero, no cuesta mucho un "me ha gustado mucho la entrada”, un " sigue así" o un "menuda mierda de post", y a mi me sirve de mucho, sobre todo moralmente.

miércoles, 15 de abril de 2009

Huyendo

El sol brillaba, rojo, frente a él, y a medida que anochecía, su perseguidor parecía aumentar de tamaño. Sus pies se sacudían, frenéticos, bajo él, como si quisieran correr más deprisa que él mismo, aún así, su perseguidor seguía estando igual de cerca. Su voz desgarraba, angustiada, su garganta, lanzándole gritos, pero su perseguidor no respondía, limitándose a perseguirlo. Sus ojos seguían, lúcidos, en sus cuencas, pero aún así, su perseguidor, que en un principio había parecido tan humano como él mismo, se le mostraba ahora aterrador, monstruoso. Las calles pasaban, silbando, junto a él, pero siempre había más que atravesar, y más que recorrer, más por las que adentrarse, y más que quedaban atrás; las mismas que dejaba atrás su perseguidor. Su rostro se volvía, contraído por el terror, una y otra vez, para volver a apartarse de la desquiciante visión de su perseguidor. Su miedo crecía, angustiante, con cada una de aquellas miradas. Y sus pies no se detenían, totalmente independientes de cualquier orden que no fuera la de huir, y continuaban huyendo. El sol brillaba, sesgado por el horizonte, cada vez con menos fuerza. Su fuerza lo abandonaba, desertora, y se unía al perseguidor, para hacerlo mayor y más terrible. El horizonte devoraba, ansioso, el disco carmesí que luchaba por arrojar unos últimos rayos de luz sobre su cara. La noche parecía, a su espalda, envolver a su perseguidor, animándolo, y azuzándolo contra él con susurros de odio. El debilitado resplandor anaranjado que el sol apenas arrojaba tras los edificios conseguía, prueba evidente del cercano final del día, vaticinar también su propio fin, haciendo que lo abandonara toda esperanza. Sus rodillas cedieron, quebradas, haciendo que se desplomara contra el suelo, y sus brazos, frenéticos, buscaron en vano algo que lo salvara, para dar solo con una pared, en la que se apoyó, deseando más que cualquier otra cosa hundirse en ella. Sus ojos, hundidos en sus cuencas como queriendo huir de su perseguidor, contemplaban horrorizados como éste había crecido hasta ocupar todo el campo de su visión. Su alma, encogida, se rindió a aquello que, desde que había sido descubierto, no se había separado ni un momento de él, siguiéndolo, agobiándolo con su compañía y negándole la soledad, para finalmente echar a correr tras él, en el mismo instante en que decidía iniciar la huida, siempre pegado a sus pies.


De como, en algunos momentos, buscamos huir de todo, y de como, huyendo de todo, nos encontramos huyendo de nosotros mismos, de lo que somos, y de cómo somos, queriendo a veces quitarnos la piel para vestir otra que nos resulta mejor, o más cómoda, y llegando a extremos tales como odiarnos a nosotros mismos, o incluso temernos.

martes, 7 de abril de 2009

¿Cara o cruz?

El otro día, alguien hizo llegar a mis oídos una frase que me hizo reflexionar: ¿por que alguien tiene que elegir siempre entre dos opciones, por que no puede quedarse en el medio?
Bueno, la frase no era realmente así, realmente la pregunta tenía un matiz político, pero esto es lo que tenía impreso en el fondo esta pregunta.

Mentiría si dijera que siempre nos vemos obligados a elegir entre DOS opciones, que nunca podemos quedarnos en el medio, pues este mundo es muy grande, y para eso existen los números, las carreras universitarias, y la carta del Macdonald's - aunque no sé si se puede llamar carta a algo que está impreso sobre la pared-.
No siempre las opciones son dos, pero lo que sí que es verdad es que, en las decisiones importantes, los conceptos de peso, el mundo está dividido en dos. Y, por si fuera poco, son dos ideas totalmente opuestas, como las dos caras de una moneda, en la cual no puedes ver uno de sus lados sin tener que ocultar el otro - Aquí no nos sirve el ejemplo de "cine o teatro"-.
Izquierda y derecha, hombre y mujer, extranjeros y autóctonos, religión y ateísmo, ricos y pobres, altos y bajos, negros y blancos, norte y sur, oriente y occidente, listas acabadas y listas inacabables, cómo esta. Está claro que no se puede arrojar una gota de agua a un tejado y esperar que se deslice por las dos vertientes a la vez; del mismo modo que no puedes lanzar una moneda al aire y esperar que no salga cara ni cruz (casos extremos aparte, por favor, intento ser metafórico). Del mismo modo, uno no puede ser de izquierdas y de derechas al mismo tiempo, ni ser de aquí y a la vez de allí. Tal vez, de cuando en cuando, llegue alguien al puerto de Tenerife que sea blanco a pesar de ser negro, pero eso son casos excepcionales.

Esta división es tan inevitable como inevitablemente necesaria. Si las monedas tan solo tuvieran una cara, además de plantearnos una paradoja espaciotemporal que seguramente acabara por hacernos estallar el lóbulo frontal, no tendríamos oportunidad de elegir; en el hipotético caso de que tan solo hubiera una opción, el mundo en sí dejaría de tener interés, pues nuestra vida entera se basa en estas confrontaciones; son lo que hacen funcionar el mundo - es la clásica teoría del Yin y el Yan, los opuestos que se complementan para formar una unidad-.
Aquí está lo inevitablemente necesario de la división, pero, ¿inevitable? Eso ya lo dejo a vuestra elección; intentad dejar un imán con un solo polo, y cuando lo consigáis habréis resuelto uno de los grandes misterios del universo. Igual algún día dejo caer por aquí algo que escribí sobre eso...

Tal vez toda esta teoría metafísica de la bipartición de la naturaleza fuera más sencilla de vivir para nosotros si, en lugar de encontrarnos ante las dos caras de una moneda, nos encontráramos ante la portada y la contraportada de un libro: estos dos elementos opuestos se pueden ver a la vez, y se pueden comparar, si somos capaces de abrir el libro. Aunque, en ocasiones, no nos interesa ver la contraportada, pues lo que vemos en la portada nos gusta, y no queremos que nos decepcione lo que nos cuenta en la contraportada, pues eso nos podría hacer cambiar de opinión, y no queremos ver nada ante lo que corramos el peligro de cambiar de opinión, ¿verdad?
El ateísmo y la religión, los negros y los blancos, los ricos y los pobres, no son más que dos caras de una misma moneda, dos portadas de un mismo libro, para algunos más fácil de abrir que para otros. Pero cuando se trata de temas como hombre y mujer, oriente y occidente, extranjeros y autóctonos, izquierda y derecha, y también muchos de los anteriores, manejados por manos menos hábiles, el libro se convierte en una moneda, que no podemos separar si no es cortándola por la mitad, para así poder ver las dos mitades a la vez, y compararlas. Muchas veces cuesta tanto ver a la vez las dos caras de una moneda, que nos resignamos a creer ciegamente que, tal como nos cuentan, al otro lado hay una Cruz, por no ir a echar un vistazo, y perder por un momento de vista nuestra preciadísima Cara. A veces el amor al blanco nos hace desconfiar, el incluso temer al negro, en ocasiones, estamos tan aferrados al Hombre, que no nos percatamos de la Mujer. Los opuestos no solo están enfrentados, sino que están separados muchas veces por un Muro. Al que se le ocurriera cruzar un tabique que separara Berlín debía de ser todo un poeta, pues no pudo elegir metáfora mejor.

Es más cómodo conformarnos con ir siempre por la izquierda, tan solo por no variar, por no enfrentarnos a lo desconocido, y pocas veces tenemos la suficiente pericia moral para separar las dos mitades de un libro, y lo que realmente son dos páginas contiguas se convierten, sin darnos cuenta, en una moneda de tan poca anchura que se nos hace difícil siquiera creer que no sea uno de esos paradójicos discos de una sola cara.

El mundo es grande; el mundo es complejo; el mundo es delicado y a la vez feroz, pero de lo que sí que no nos ha de caber la menor duda, es de que el mundo es bipolar.


P.D: Estreno tamaño grande de letra, para que no os dejéis los ojos leyendo.

lunes, 23 de marzo de 2009

Un cel en flames

Ja fa mot de temps que la vida no té el detall de deixar-me anar durant una estona per passar-me per ací, i crec que, el menys que puc fer es dedicar una entrada del blog al fet que m'ha ocupat tant de temps durant aquesta darrera setmana.
Qualsevol dels qui, a hores d'ara, trepitgen alguna vegada amb el meu blog, segurament mentre persegueixen algun destí mes atraient, sabràn, al moment, a que fet fa referència aquest post, per la data i, per damunt de tot, per la imatge que l'acompanya.

Feia dies que no trobava un motiu per a escriure, i no ho vaig fer fins fa un parell de dies, mentre els meus sentits fugien cap a un cel que, pres per les flames, convertia la nit en dia, i feia que el silenci no fora més que un record llunyà, desplaçant la realitat cap a un segon plà, i concentrant, durant quinze minuts, totes les nostres mirades, orelles, i la resta del nostre ser en aquells milers de llums que esclataven i volaven, sense deixar lloc les unes a les altres, i sense donar treva a l'espectador, arribant a agafar-lo totalment en el moment de l'esclat final, sense el qual els qui han estat observant-lo no poden, de cap manera, marxar en pau.

Però no es això l'unica cosa que té de màgica aquesta setmana: cada moment, cada pas que dones, et recorda que no es un dia qualsevol; que la ciutat que, en un altre moment pareix tan monòtona i avorrida, s'alça de la seua letàrgia, per celebrar un fet tan important com és ella mateixa.

Ja havent passat el dia gros, aquell que pareix que siga més llarg que qualsevol altre, una dotzena, o dues, de samarretes creuaven de banda a banda la ciutat en la que viuen durant els tres-cents seixanta-cinc dies de l'any, però que, en aquell moment, no els pareixia igual: quan centenars de penons de plàstic onejen al vent sobre el seus caps, i quan, rodejant cares del seu dia a dia, veien una gran taca verda que els identificava com a pertanyents a un mateix grup, que els recrodava a la vegada qui era cada un d'ells, i qui eren tots ells quan s'ajuntaven.
D'aquesta manera, a pesar de que a la resta del mon siga un dia normal, i milers de oficinistes estiguen deixant-se els dits teclejan davant de pantalles fluorescents, allí no es un dia qualsevol, i ells ho saben de sobrat.

No se quantes vegades hauran creuat la ciutat, ni quantes vegades els seus peus hauran passat pel sobre de les brutíssimes rajoles del mateix carrer de la ciutat, ara anant, i ara tornant però, del que estic segur que no oblidaràn es qui els acompanyava en cada una d'aquestes vegades.
Faltava alguna cosa...
No...
Faltava algú...
No...
Faltaven alguns...
Si...
Si... ja ho se...

Ja se qui son els que faltaven...

viernes, 27 de febrero de 2009

Entre la espada y... ¿otra espada?

Bueno, aprovecho este breve respiro que me permiten los exámenes que han venido, que me persiguen desde hace ya un par de semanas y de los que me he podido esconder, tras la pequeña esquina que proporciona el fin de semana, y los exámenes que aún quedan por venir, que aguardan al acecho al otro lado de este pequeño recodo, garrote en mano, acompañados de entregas de trabajos, huelgas desorganizadas, y demás bestias pardas, para dedicar un par de minutos al blog, que entre unas cosas y otras lo tengo abandonado al pobre.

Sentía la necesidad de escribir algo, aunque no fuera gran cosa, porque ya me estaba empezando a inspirar cierta lastimilla. Ayer entré aquí, y me lo encontré con el cuenco de los comentarios vacío, pues los anteriores ya se los había terminado, y con el último post ya en avanzado proceso de descomposición en la caja de arena. En cuanto me ha visto, no ha dejado de suplicar, desde la intimidad de su carpeta en el escritorio, que le cambiara la caja de arena para que alguien se atreviera a acercarse a darle de comer.
A diferencia de un diario, un bloc de notas, o alguna majadería similar, dar de comer tú mismo a tu blog no está demasiado bien visto, a no ser que sea para reorganizar algo de lo que ha ido echando la gente. El blog lo alimentan los demás, tu tan solo intentas cambiar a menudo la caja de arena, para que la gente pueda acercarse sin miedo, y de vez en cuado peinarlo, acicalarlo, y cambiar su aspecto exterior, aunque no soy muy partidario de cambiar la estética de un blog; precisamente lo elegí negro en la bloguera (la perrera de los blogs) para que la gente no se fijara en el color, ni en el diseño, sino en lo que había dentro.

Ah, curioso día en el que me hice con este blog. Ya sabía de la existencia de estas criaturas, pero no me había parado a observarlas hasta que un par de personas a que conozco se hicieron con uno. Al principio me parecía un poco raro; pero luego, pues ya se sabe: culo veo, culo quiero. Así que me fui a la bloguera más cercana a hacerme con uno. Aquí debo decir que nadie me advirtió que había dos tipos de blogueras, las punto es y las punto com. Y ale, si había una posibilidad entre dos, pues yo tenia que ir a por la mala, y me vi dueño de un extraño blogspot.es. No es que tenga nada en contra de estos bichos, a lo mejor son muy majos, y eso, pero... ¡eso no es lo que quería! Y como un niño que ha cogido un berrinche porque le han dado el helado de otro sabor, tiré al suelo el primero y volví llorando a por un blogspot.com, el cual permaneció durante un tiempo en el anonimato, sin nada más que un tímido par de entradas de contenido extraño.
Aunque quizás sea pronto para ponerme a hablar de los inicios de este blog, es que verlo tan solito y abandonado, cuando acaba de cumplir los dos mesecitos de vida... no se, me da morriña, ¿normalmente, la gente se deshace de los blogs cuando ya han perdido la gracia, no? no cuando son cachorros.

Por cierto, donde se abandonan los blogs? en los buscadores web? en los diccionarios online?
Mmm… no se de nadie que haya abandonado un blog…

domingo, 8 de febrero de 2009

Oye, que si tienes hora?

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado.

Julio Cortázar


Siempre me ha gustado mucho este... lo que sea. Un cuento no es, pero tampoco se puede definir como cualquier otra cosa, así que lo llamaremos texto.
Para mi, lo que tenía que decir está mucho mejor expresado en este texto que en cualquier cosa que yo pueda escribir. Tal vez sea cargarle el pato a otro pero, ¿quien no lo hace, en estos tiempos?

Lo que básicamente cuenta aquí (para los que pasan de la cursiva) es que el ser humano es masoquista por naturaleza. Por si no fuera suficiente ser esclavos del tiempo, estar atados constantemente a su incansable paso, no lo dudamos ni un momento en llevar esa atadura a todas partes, y hacerla más fuerte mediante un acto tan simple como es un reloj de pulsera. Es cierto que, en el mundo en que vivimos, es imprescindible controlar el paso del tiempo, pues estamos sujetos constantemente a horarios, citas y demás bestias pardas y que, una vez nos acostumbramos a llevarlo, nos sentimos desnudos sin un reloj colgando de la pulsera.
Aunque, después de una temporada sin llevar reloj... no se... te sientes más libre.
Lo digo por experiencia propia.


Bueno, dije en el anterior que lo pondría, y aquí está, aunque creo que no lo volveré a hacer, porque este tipo de promesas te crean una cadena, y aunque no quieras, tienes que escribir el post sobre eso, "por cojones", si no quieres sufrir la reprobación de todo aquel que lea tu blog. Así que, intentaré evitar cosas como esta.

jueves, 5 de febrero de 2009

Tienes hora?

Hoy, no se por que, vengo a hablar del tiempo.
No es que me haya quedado sin tema de conversación, y mire al cielo en busca de ayuda, (aunque estos días habría bastante de que hablar); no es de esa clase de tiempo, sino del tiempo al que nos empeñamos en atarnos de pies y manos, dejando que nos arrastre como una corriente desbordada, que sabemos de sobra donde nos va a llevar.

Las personas estamos atadas al tiempo, es como un muro que nos empuja desde atrás, sin permitirnos un segundo de descanso, avanzando minuto a minuto, sin detenerse jamás.
Podemos vivir con esto a nuestras espaldas mientras nos mantengamos a cierta distancia, anticipándonos a él, y no dejándonos que nos arrastre. Lo malo viene cuando nos dejamos algo por el camino, e intentamos parar, o incluso volver atrás, entonces es cuando nos arrastra, y nos desesperamos intentando atravesarlo, intentando reparar lo que hemos hecho. Y entonces, es cuando nos domina.
Aunque, si es un problema estar demasiado cerca de ese muro, sin espacio para maniobrar, también es malo estar demasiado lejos, pues si te anticipas demasiado al muro, llega un momento en que no te queda nada que hacer, y no te queda más remedio que detenerte a esperar, perdiendo un tiempo precioso de tu vida sin hacer nada, sin avanzar, cuando al tener tanta prisa, has dejado porel camino cosas por hacer, asuntos por acabar, y que ahora ya han sido sobrepasados por el muro el tiempo.
Loe mejor es sentarse con la espalda sobre el muro, y contemplar el paisaje, al tiempo que se afronta la vida tal como viene, sin intentar volver a arreglar los descuidos del pasado, ni tener demasiada prisa por alcanzar una meta

Las personas, como todo, estamos atadas al tiempo, eso está claro, pero, además, nos gusta rizar el rizo y, para colmo, atarnos nosotros al tiempo.
Me apetece hacer corto este post, en el próximo os pondré un texto de Cortázar, todo un clásico que incluso convirtieron en anuncio, que refleja muy bien esto que pretendo decir.

Mmm... Me parece que debería de pretender un poco menos; este blog me está quedando un poco pedante, para tener solo tres lectores y medio.