domingo, 3 de mayo de 2009

Adoquines en el alma

Era viernes. ¿O era sábado ya? No sabría decirlo.
De lo que sí que estaba seguro era de que, sin darme cuenta, ya había alcanzado la cima; y también estaba seguro de que, a cualquiera que no estuviera acostumbrado a pedalear sobre los adoquines le hubiera resultado mucho más duro de lo que me había resultado a mí.
Desde que había salido del piso donde vivía, en alquiler, por supuesto, desde hacía tres meses, había comenzado a llover dos veces, y ambas había parado con la misma rapidez con la que había empezado. Parecía como si el cielo se muriera de ganas de descargar sus repletos nubarrones, pero se arrepintiera de hacerlo sobre una ciudad como aquella.
Como ya había hecho más veces, me bajé de la bicicleta para pasar entre los pintores callejeros que ocupaban buena parte del día en ganarse la vida retratando turistas para después poder recoger los caballetes, las pinturas y los pinceles y escalar, como yo estaba haciendo en aquel momento, los últimos metros de Montmartre para buscar un panorama que les resultara digno de plasmar en sus lienzos, al igual que yo los plasmaba a golpe de teclado.
Habían pasado tres meses desde que había llegado a París. Había pasado ya noventa tardes deambulando por las calles adoquinadas, salpicadas de charcos y de miles y miles de pisadas, de toda la gente que iba y venía de sus trabajos, sin que el frenético ritmo del siglo veintiuno les permitiera detenerse un momento a contemplar aquella maravillosa ciudad que se abría a su alrededor. Más de veinte de esas tardes mis pasos me habían llevado hasta el barrio bohemio, a la colina de Montmartre. Pero aún así, no podía evitar que se me saltaran las lágrimas cada vez que volvía allí.
Fue debajo de la basílica del Sacre Coeur donde detuve mi bicicleta.
Desde lo alto de la Torre Eiffel, París se mostraba en todo su esplendor: miraras hacía donde miraras, tus ojos solo veían París; era difícil vislumbrar algo que estuviera más allá de sus límites. Podías distinguir con facilidad cualquier punto clave de la ciudad, y admirar el Sena en todo su esplendor. La torre Eiffel estaba ideada para admirar París, y ser símbolo de su orgullo.
Desde lo alto del Montmartre, sin embargo, París era un insecto vuelto patas arriba que no puede darse la vuelta, era el trasero de un pavo real. Desde Montmartre no ves el Sena; te has de esforzar para ver el arco del Triunfo, o algún otro monumento insigne; a duras penas consigues ver la torre Eiffel. Desde Montmartre, ves un París que se revuelve para mostrarte su cara buena, y no sabe cómo. Pero lo que no sabe París es que te está enseñando una cara igual de bella que la que está acostumbrada a mostrar, o incluso más. Desde allí, se ve un parís humilde, un parís grande, bello, formado exclusivamente por modestos edificios que no superan en altura a los monumentos; que no se ven intimidados por la sombra de la imponente torre Eiffel.
Mientras miro como la ciudad se escandaliza al descubrir que la estoy viendo desde este ángulo, dejo la bicicleta atada a la barandilla que rodea la iglesia, y saco la funda del portátil del portamaletas. La bici también es de alquiler, así que será mejor que no la estropee.

Paso tras paso, me dejo caer sobre los peldaños de la escalinata que, desde las puertas del Sacre Coeur, se desenrollan como una interminable lengua blanca y verde.
Después de haber bajado más peldaños de los que sin duda tiene cualquier otra escalera llega un momento en que mis pies no quieren avanzar más. Está bien. Busco un banco, y me siento.
Saco el portátil de su funda, lo abro, y lo enciendo.
Durante un último momento, levanto la vista para contemplar París, ahora un poco dado la vuelta, recuperando la compostura, para mostrarme tan solo las impecables fachadas de sus edificios. Aunque luego me arrepienta, no puedo evitar mirar hacia el lugar donde el sol comienza a descender cada vez más rápidamente para salir al encuentro del horizonte.
Alzo la cabeza e inspiro. París se vuelve entonces aire, y se quiere meter dentro de mí, y doblegarme a su voluntad. Sin que no pueda hacer nada, mi pecho se llenan de París, y me siento como si toda la vida hubiera estado respirando a medias, y aquella fuera la primera vez que podía saciar mis pulmones. Una vez satisfecho, dejo de respirar para escuchar el silencio, dueño indiscutible de aquel lugar. Tan solo el viento se atreve a desafiar el silencio que la ciudad convierte en su canto. Mis oídos se llenan de París. Incluso me parece poder saborear París.

De pronto, París se escapa de mi cuerpo en un largo y silencioso suspiro.
Bajo la vista hacia el teclado, y escribo esto.

Por un momento había vuelto allí. De nuevo estaba en la colina de Montmartre, contemplando París. De nuevo paseaba por el barrio bohemio, rodeado de pintores. De nuevo el Sena se deslizaba bajo mis pies, sin nada interponiéndose entre nosotros que un puente de piedra. De nuevo alzaba la vista hacia la Torre Eiffel, sin poder dejar de admirarla. De nuevo mis mandíbulas se separaban como si quisieran comerse el Arco del Triunfo. De nuevo deambulaba entre los frutos de miles de mentes geniales en el museo del Louvre. De nuevo paseaba por calles que rezuman historia, limpias y adoquinadas. De nuevo tomaba un café mientras miraba París a través de una discreta mirilla del tamaño de una pared que se abría en la fachada de un local con nombre de infusión, y de nuevo contemplaba el atardecer sobre las aguas del río Sena (o uno de sus canales, nunca llegue a saberlo) a través de una alambrada.
De nuevo llovía sobre mi alma desnuda, arrastrándola hacia el fondo del Sena, y llevándola consigo, separándola de mi cuerpo mediterráneo, y haciéndola descansar sobre un lecho de adoquines mojados por charcos; charcos de una realidad que no cabe dentro de ningún molde que yo haya tenido el placer de conocer antes.


Entrada melancólica, rememorando aquellos inolvidables días pasados en la que, hasta ahora, yo había considerado simplemente la engreída capital del país vecino. Se que hoy en día se hace un uso abusivo del término "inolvidable", pero sin duda los días pasados en la capital francesa merecen ese título con creces, tanto por la embriagante belleza de la ciudad como por las interminables, y ojala eternas noches.

Simplemente, me he dejado algo en París, y no podré descansar tranquilo hasta que vuelva allí para recuperarlo.


P.D: a toda la gente que últimamente entra en el blog, os agradezco el apoyo, pero, no cuesta mucho un "me ha gustado mucho la entrada”, un " sigue así" o un "menuda mierda de post", y a mi me sirve de mucho, sobre todo moralmente.

8 comentarios:

  1. wenas david!! soy yolanda!! lo de poner algo va un poco x mi,pero hoy tengo tiempo y te pongo algo,eres un gran escritor y lo que has escrito sobre paris, me ha encantado, no dejes de escribis, besos yolanda!!!

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  2. oye, que yo no comento por no espantar al personal... Ay, París, qué recuerdos, adoquines, barricadas, mayo del 68, imaginación al poder, allons enfants de la patrie, la vie en rose, oui c'est moi, caffe au lait, croissant, pomme de terre...

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  3. me ha gustado mucho la entrada, sigue así
    PD: menuda mierda de post

    ¿Qué, eso es lo que querías, no? Pues ya lo tienes. No, hablando en serio, por momentos creía que yo también estaba ahí en París. Me ha gustado mucho el texto, eres tan bohemio como yo y eso me llena de preocupación por tí. En fin, valorando el escrito en su justa medida te diré que CHAPEAU (ya que estamos en terminología francófona...)

    He puesto anonimo porque este ordenador es alquilado, asi que no voy a compicarme la vida. Ya puedes imaginar quién soy, mi nombre empiza por Z, sigue por A, R, A y C, y concluye en una H.

    Antonio, qué grande lo de mayo de 68. Qué BELLE EPOQUE.

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  4. realmente me has dejado sin palabras, no habrias podido definir mejor paris, de hecho has conseguido que yo mism@ regrese. Nunca podre olvidar paris, pero he de admitir que vivir esta experiencia con vosotros lo convirtio en algo mas que una excursion de fin de curso. Sinceramente fueron unos dias como tu has dicho inolvidables, tambien las noches en bungalow, los paseos matutinos y las conversaciones que se lleveba el amanecer como el Sena la camara de cierta persona. David, con este texto lo has logrado, no te hace falta una boina ni unas gafas cutres, tampoco tomar un cafe con las mesas hacia paris, ya eres un autentico bohemio y creeme que es un piropo, porque tus palabras han conseguido llegar hasta mi estresado corazon y eso es decir, los bohemios de verdad son los que no intentan serlo, simplemente viven su vida a su manera y se preocupas por cosas culturales que ahora parecen quedar olvidadas, pero tu las has rememorado... y de que forma... pero basta de halagos, te voy a proponer otra vision de futuro. La de intelectual meditabundo no esta mal, pero que te parece la de nosotros, aquellos que vivimos todos esos maravillosos dias con una caravana y una mochila cargada de recuerdos e ilusiones? haber si te atreves a volver a paris pero sin cuchara ni rollos de papel...
    por cierto, no intentes adivinar quien soy

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  5. como ya te he dicho alguna ve, por favor dediacate a escribir, despues de este parentesis, la verdad es que no se pueden olvidar todas esas aventuras parisinas, con sus camaras hundidas, sus conversaciones nocturnas, ...
    La verdad es que es una ciudad que siempre me ha gustado , tya sea por su bohemiedad o por toda la historia que a pasado alli.
    Bueno , ahora a volver a la rutina y a quedarse con todos esos recuerdos,
    Hasta otra entrada, nos leemos

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  6. Yo estube en tu París, para cuando un café criticando las estrias que asoman por las posaderas en mala postura de la ciudad de la Luz?? Agur!

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  7. jajaja, vale el de la entrada anterior no es Eva, soy yo Manu con su sesión,^^

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  8. Joder David! Y perdona por la expresión. Pero si te digo la verdad aun no havia leido esta entrada, cuando le doy al clic en el enlace y se abre la pestaña con tu blog y veo tanto texto escrito, solo soy capaz de leer uno a dos parrafos, excepto hoy que me he leido por fin esta entrada, el insomnio de una noche de verano lo ha hecho posible. La verdad Paris fue...No quiero decir fue porque quiero volver a ese mismo sitio a esa pequeña casita o como quieras llamarla, donde nos alojamos, pasamos momentos inolvidables y a la que quiero volver a ver muy pronto. Ahora si, fue la OSTIA! Ya se que no me deberia expresar aqui asi pero ya sabes como soy es como mejor me expreso. Cada vez que recuerdo todo lo que vi y los momentos que pasé allí, no puedo controlar esas ganas de cojer el primer autobus que se dirija hacia allí con todos EQF dentro por supuesto, espero que algun dia no muy lejano podemos cojer nuestro coche, plantarnos en aquel camping que tan maravillosos recuerdos nos dejó y alojarnos en el mismo bungalow. Ese que se llenaba por las noches por toda la colla, donde vivimos momentos tensos, descontrolados, pero sobretodo risas que eso es lo que importa.


    PD: Despues de esto conociendote sabras quien soy, si no lo sabes me habras decepcionado, pero solo un poco, ya que tampoco eres adivino pero creo que me conoces lo suficiente para saberlo. Animos! Y sigue asi! Que todo esfuerzo tiene su recompensa de una manera u otra

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