domingo, 5 de julio de 2009

Al otro extremo de la carretera

Tras una última mirada atrás, subo al autobús.
Todavía no se qué me espera al otro extremo de la carretera que a un paso constante recorremos, pero de lo que sí estoy seguro es de que no será nada malo, ni mucho menos, aburrido. No puede serlo algo q
ue hemos estado esperando durante tanto tiempo. Lo que sí que no tenía previsto era que fuera algo tan extremadamente lejos del mundo real. O, al menos, de mi mundo real.
En aquel otro extremo de la carretera, nada es como en este que pisamos día a día: el asfalto se convierte en yerba, el techo y los edificios, en árboles, y no hacen falta ventanas que nos muestren el exterior, pues la palabra interior pierde todo su significado allí afuera. No necesitamos tapar nuestros oídos con auriculares que nos inunden la mente de música para olvidar los sonidos del siglo; estando allí, pronto olvidas qué sonido hacen los coches, cómo suena una bocina, y a que huele el humo.Aquí, nuestros ojos no pueden recorrer más de un par de metros sin toparse con una pared, o una puerta; allí lo único que encuentran constantemente son las miradas de los demás.
Y es que ningún significado tendría todo aquello sin la gente que te acompaña. Aquí, a menudo tienes que ir hasta el espejo para poder ver otros ojos mirándote; allí, pronto olvidas incluso como es tu propio rostro, pues las caras de los demás están marcadas a fuego en tu mente, como el dibujo que hace en tu retina un rayo de sol que has mirado directamente; siempre contigo, siempre acompañándote. Bajo ningún concepto nadie duerme, camina, come o se lava los dientes solo: se puede imaginar la vida allí sin tiendas; se puede imaginar la vida allí sin los sacos de los cubiertos, sin las mesas del comedor, sin la casa, sin los baños, sin nuestras mochilas, sin las marchas, el río, los árboles, o incluso las mismas montañas; pero de ningún modo cabe en nuestra cabeza la idea de aquél sitio sin las personas que nos rodean (recordando cierta actividad, de las tantas que se hicieron, en que construíamos edificios con nuestros cuerpos).
Pocas cosas son las necesarias para construir el otro extremo de la carretera. De hecho, cosas ninguna, tan solo personas. Es por eso que, mientras estamos allí, nos olvidamos de cosas tan vitales como el ordenador, el móvil, la cartera, y todas las cosas materiales que aquí se nos presentan indispensables. Allí ya pueden ensuciarnos las zapatillas, que las limpiamos; ya pueden escondernos los cubiertos, que los buscamos; ya p
odemos perder el dentífrico, que no gastaremos ni un minuto de nuestro tiempo para buscarlo. Eso sí, cuando falta alguien, su ausencia se hace de notar de inmediato.
En un objeto, en un lugar, en una acción, la ausencia de los ausentes se siente más que la presencia de los presentes.
Pero si para algo estamos allí es para olvidar, girarnos, dejar atrás todo lo material, lo nuevo, y lo cómodo, y adentrarnos en las profundidades de nuestras emociones, de la vida tal como fue creada; s
in ataduras, sin condiciones, y sin parches de frialdad asegurados con remaches de egoísmo. Y es que, cuando llegas allí, dejas la mochila en el suelo, miras a tu alrededor y por un momento, deja de existir la carretera, y lo que te has dejado en este lado. Por un momento, para ti solo existen árboles, yerba, cielo, y una treintena de personas que van a acompañarte para que, durante una semana, guardes tus prejuicios en lo más hondo de la mochila, revuelques tus penas en el barro, sumerjas el estrés en agua con harina, y te tires al río para salir completamente nuevo, tiritando para sacudirte todo rastro de asfalto, humo, farolas o acero, y emerjas como un nuevo ser, dando gracias al cielo por enviarte el sol, y por haber creado todo aquello.

Dios bendiga los campamentos de verano.
¿Lo bueno, si breve, dos veces bueno? Desde luego, no se puede aplicar esta norma a los campamentos, ni a los posts, así que aquí os dejo este humilde intento de alcanzar la extensión de Yolanda, o la poesía de Eva o las fotos que ambas han recogido para hacerle la competencia a las mías. A disfrutar del verano!

3 comentarios:

  1. David en esto no te gana nadie eres tremendo cada vez que escribes algo me emocionas y mas siendo del campamento doble emocion,cuantos recuerdos en tan poco tiempo,si que es verdad que aquello es como un mundo paralelo ,donde te olvidas del resto y solo importa lo que pasa alli, para mi esos dias son sagrados!!, espero que el año que viene sea igual o mejor!!

    PD:gracias por hacer publicidad!!

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  2. Cuanta rozon tienes no te lo voy a negar, aunque dijas que no sabes que vas hacer para guantar el liston, xi que lo sabes, este es el ejemplo. Creo que aunque no te hayas extendido tanto como otras veces como bien dice Yolanda pones los pelos de punta y encuentrs las palabras para describir aquello que todos hemos sentido en este campamento. Si yolanda espera que sea el año que viene igual o mejor en mi caso es que tu estes por aquellos futuros montes el año que viene, aunque se da por hecho, sino ¿quien va a desaparecer?

    P.D.igalmente se agradece ue hagas publicidad y que creo que es la primera vez que no me criticas algo de mi entrada( no lo hagas ahora).

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  3. Grande, como siempre. Escapar así de realidad puede llegar a ser adictivo, deliciosamente adictivo.

    Os propongo algo, imprimir vuestros tres posts y colgarlos en la parroquia, en serio que puede dar buena medida de lo que son los campamentos para los demás que no han tenido la suerte de experimentar como nosotros. ¿Que os parece? Tal vez yo también me animaria a escribir y así más gente.La verdad es que ya veo la pared empapelada de emociones compartidas y vivencias.

    Bueno chicos,

    Lo mejor del camino, la compañia.

    Manu

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