domingo, 23 de agosto de 2009

Echar segundos por la ventana.

Parece mentira que, en la sociedad en la que vivimos, en la que la gente intercambia sin pensárselo dos veces tiempo por dinero, haya gente que lo deje perder.

Por todos lados encontramos hombres de corbata y maletín, hombres respetables, y racionales, por el simple hecho de llevar dichos distintivos, pagar gasolina por llegar antes al trabajo, por un parking para no tener que perder tiempo buscando un aparcamiento, por una hamburguesa en una bolsa por no tener que sentarse en un bar a pedir que le preparen un bocadillo, por un AVE Madrid-Barcelona, por llegar antes a la playa, por investigaciones para alargar la vida, por el peaje de la autovía, o por preservativos que prolonguen las relaciones para adultos.

Del mismo modo, a estos hombres se les paga porque dediquen ocho horas de su tiempo a realizar alguna actividad para beneficio de otro, y en caso de trabajar más de lo estipulado, es necesario exigir un pago mayor, en compensación.
Es por eso que no podemos esperar que nadie nos preste ni un minuto de su tiempo de manera gratuita. Ya podemos estar retorciéndonos de dolor o asfixiados por una necesidad, que pocos serán los que te regalen desinteresadamente un segundo de su valioso tiempo

“Sí, hombre, con lo que me ha costado a mí”

“He pagado 3,50€ por estos cinco minutos, y no se los voy a dar”

“Ya que he encontrado un minuto en oferta, no se lo voy a dedicar a usted”

“Para eso llevo ahorrando minutos para conseguir este cuarto de hora, para dárselo a alguien que ni siquiera conozco”

Por este motivo, y quizá por algunos más que se me escapan, deberíamos reflexionar los aburridos, los vagos, los hastiados y los escritores si no estamos desperdiciando una materia prima tan valiosa como es el tiempo. Cada minuto que pasamos delante de la pantalla del ordenador, estamos echando por la alcantarilla el dinero que a otros les cuesta tanto de ganar. Es como si estuviéramos asaltando la cartera a nuestros padres para echar el contenido en un pozo, para que, por añadidura, nadie pudiera aprovecharlo. Yo creo que, toda la gente que echa tiempo por la ventana, como si no se dieran cuenta de que hay gente ahora mismo que se está dejando el sueldo por conseguir unos minutos de más, se merecen un buen par de varazos bien dados.

Debería darnos vergüenza.

Vaya, parece que los posts se conservan bastante bien, no se pudren, ni se echan a perder, porque este lleva enlatado unas dos semanas, y sigue igual que cuando lo escribí, el mismo día que el anterior.

¡A disfrutar del verano, que lleva acabándose desde que empezó!

jueves, 6 de agosto de 2009

Ideado, Hablado y Embalado.

Cuando pasas mucho tiempo en compañía de personas humanas (como si hubiera otro tipo de personas) inevitablemente se da el caso que comienzas a hablar. Curiosa manía también la de hablar, ya ves, como si así las cosas que se dicen estuvieran algo más cerca de la realidad.
El caso es que hoy, adolescentes nosotros y adolescente la conversación, nos hemos sorprendido hablando del futuro. Curioso tema, el futuro, pues lo que la gente de la calle se limita a llamar "planes" no serían considerados como tal, y probablemente no serían llevados a cabo, si uno se los guardara para sí mismo y pensara: "podríamos hacer esto, o lo otro..." Para el desarrollo de los "planes" es necesario intercambiarlos con las personas con las que se ha planeado, de lo contrario, nos arriesgamos a que nunca se lleven a cabo. De este modo, hablar sobre ellos es la única manera de que se conviertan en realidad.

Y, aunque como bien dice siempre alguien "esto luego no lo haremos", muchas de estas cosas, de estos "planes" se quedan en el cajón, desbordado ya de por sí, de los planes por realizar.

Pero, también hay que remarcar que, si no se habla de estos "planes", podemos tener por seguro que nunca van a llevarse a cabo.
Así, las cafeterías, heladerías, tascas, bares, parques, aceras, bordillos, asfaltos, hospitales, tanatorios, en este orden y no en otro, se convierten en la factoría de lo que llamamos "planes", siendo su única cadena de montaje una cadena humana, siempre cerrada, y formando a poder ser un círculo o forma geométrica parecida que dificulte el paso a los viandantes, o imposibilite la relajación a aquellos que esperan encontrar silencio en una cafetería. También curioso lugar al que irse a buscar el silencio, u otra cosa que no sea gente hablando de futuros impensables e irrealistas. Eso sí, a voz en grito, pues si no, el prójimo intenta silenciar su propuesta con la tuya, la cual, por definición, es más importante, por el simple hecho de proceder de ti.
Y, al igual que los productos que necesitan de un continuo proceso de fabricación, para que no llegue al consumidor un automóvil sin ruedas, un televisor sin pantalla, o un preservativo sin lubricar, (también noble producto como otro cualquiera, tal vez de mayor importancia que los primeros), los "planes" necesitan de una formación ininterrumpida, para no caer en el olvido, y no llegar nunca a producirse, pasando de "planes" a "hechos".

Esto tan solo se consigue con más conversación, más saturación del tráfico de las aceras, y más molestias a quien busca el silencio en zonas tan absurdas como una cafetería, un bar o el parque que hay junto a la ventana de su casa a medianoche.
Pero, el caso es que, si no planeáramos, no haríamos, y si no hiciéramos, no recordaríamos. Y si bien los recuerdos que forman la estructura de nuestra memoria se han formado de manera espontánea, sin planificarlos, son las cosas planeadas, y sobre todo, esperadas, las que ocupan grandes fechas en nuestras biografías, y en nuestros álbumes de fotos.

Y ya que nos planeamos la vida, planeémonosla bien, ¿No os parece?


E iros a dormir, gamberros, que no son horas.