domingo, 8 de febrero de 2009

Oye, que si tienes hora?

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado.

Julio Cortázar


Siempre me ha gustado mucho este... lo que sea. Un cuento no es, pero tampoco se puede definir como cualquier otra cosa, así que lo llamaremos texto.
Para mi, lo que tenía que decir está mucho mejor expresado en este texto que en cualquier cosa que yo pueda escribir. Tal vez sea cargarle el pato a otro pero, ¿quien no lo hace, en estos tiempos?

Lo que básicamente cuenta aquí (para los que pasan de la cursiva) es que el ser humano es masoquista por naturaleza. Por si no fuera suficiente ser esclavos del tiempo, estar atados constantemente a su incansable paso, no lo dudamos ni un momento en llevar esa atadura a todas partes, y hacerla más fuerte mediante un acto tan simple como es un reloj de pulsera. Es cierto que, en el mundo en que vivimos, es imprescindible controlar el paso del tiempo, pues estamos sujetos constantemente a horarios, citas y demás bestias pardas y que, una vez nos acostumbramos a llevarlo, nos sentimos desnudos sin un reloj colgando de la pulsera.
Aunque, después de una temporada sin llevar reloj... no se... te sientes más libre.
Lo digo por experiencia propia.


Bueno, dije en el anterior que lo pondría, y aquí está, aunque creo que no lo volveré a hacer, porque este tipo de promesas te crean una cadena, y aunque no quieras, tienes que escribir el post sobre eso, "por cojones", si no quieres sufrir la reprobación de todo aquel que lea tu blog. Así que, intentaré evitar cosas como esta.

2 comentarios:

  1. El fragmento que citas pertenece al maestro Cortázar, que andamos leyendo en 2º de Bachiller. Todo un lujo de cita y de reflexión al respecto.
    Saludos.

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  2. Gracias. Perdón por haberme olvidado de poner el autor. No había reparado en eso hasta ahora, pero precisamente, lo saqué de una de las páginas de Antonio, de uno de sus links de Cortázar.
    Descuido arreglado

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